Los indicadores que pocos conocen y que marcarán el fin de las subidas de tipos de interés

Cesce

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La caída de los agregados M0, M1, M2 y M3 refleja la menor oferta monetaria. Un escenario que adelanta desaceleración económica y caída de la inflación y que los bancos centrales tienen muy en cuenta a la hora de calibrar el impacto de las subidas de tipos de interés. 

A la gran mayoría de personas los nombre de M0, M1, M2 y M3 le sonarán a chino. Pero la realidad es que tras esas siglas de esconden unos indicadores que dictan la política monetaria en el mundo. En concreto se les conoce como agregados monetarios y su fin es mostrar la evolución de la oferta monetaria, lo que es fundamental para adelantar la salud de una economía y el comportamiento de la inflación.

Así, el M0 es el equivalente al dinero en efectivo que hay en circulación y la liquidez que los bancos comerciales guardan en sus respectivos bancos centrales. A continuación está el M1, que incluye las cuentas a la vista y los cheques, además de los componentes del M0. Posteriormente se encuentra el M2 que engloba todas las variables anteriores más los depósitos y otro tipo de inversiones, como los fondos monetarios y otros vehículos de ahorro a corto plazo de menos de 100.000 dólares. Y, finalmente, se encuentra el M3 que es el conjunto de los otros tres agregados más otro tipo de activos menos líquidos. Se considera, por tanto, el más amplio y se convierte en el que más vigilan los bancos centrales.

La razón de ello está en que un crecimiento del M3 indica que la economía y la concesión de crédito se mueve. O dicho de otro modo, el país cuenta con liquidez (M0) y dicha liquidez se filtra al resto de agregados, hasta el M3 porque la economía así lo requiere. Esto evidencia crecimiento económico. En cambio, si el M3 cae anticipa un periodo de recesión o desaceleración económica y de caída de la inflación.

Pues bien esto último es lo que ocurriendo ahora en EEUU y, con menor intensidad en Europa. Así, la Reserva Federal de EEUU (Fed) ha publicado los últimos datos correspondientes al indicador M3 en los que se constata una caída del 1,7% en enero de este año. Un porcentaje que implica el mayor descenso desde que se creó el indicador en 1960. Con todo, el banco central estadounidense ya avanza que se trata del mayor desplome desde hace casi un siglo. En concreto, desde la conocida como Gran Depresión en el país, donde la pérdida de oferta monetaria fue incluso más notoria.

En la eurozona, el M3 no está en negativa, pero si muestra una importante desaceleración. En concreto, este agregado ha pasado de crecer a tasas superiores al 12% en algunos meses de 2022 a hacerlo ahora a solo el 3%. Asimismo, el M1 sí ha caído por primera vez desde 1980.

¿Qué quiere decir esto? Pues simple y llanamente que existe menos dinero en la economía (liquidez), lo que conduce directamente a un periodo de caída del crecimiento (o recesión en el caso más grave) y, en consecuencia, a un brusco descenso de los precios.

Una situación que es consecuencia directa del endurecimiento de la política monetaria a ambos lados del Atlántico. Los bancos centrales han recortado sus inyecciones de liquidez, lo que reduce el dinero que existe para que los bancos presten, por ejemplo. Al mismo tiempo han disparado los tipos de interés (5% en EEUU y 3% en Europa) en tiempo récord (en menos de un año) para tratar de frenar la inflación y dejarla en el entorno del 2%-3%, que es lo que estas entidades, y el mercado, consideran niveles normalizados y sanos para una economía.

Unas alzas que han encarecido la financiación de las empresas y los hogares, lo que está paralizando la actividad económica (consumo) y empresarial. Por si fuera poco, la reciente crisis bancaria generada tras la caída del Silicon Valley Bank (SVB) también pasará factura a la financiación, ya que provocará una restricción del crédito por parte de las entidades bancarias.

Por ello, el mal desempeño de los agregados monetarios demuestra con claridad que tanto la Fed como el Banco Central Europeo están logrando su doble objetivo de enfriar la economía (encareciendo la financiación), lo que provocará una importante caída de la inflación.

Es obvio que dicha caída de los precios no será inmediata. En su contra juegan factores externos como la guerra en Ucrania y el alza desmedida de los alimentos, especialmente en Europa. Pero sí que es una tendencia que acelera el fin de la pesadilla de la inflación. Esto último es el gran objetivo de los bancos centrales. De hecho es su principal misión junto a la preservación del sistema financiero. Pero estos organismos también deben velar porque el cumplimiento de sus objetivos fundacionales no se logre a costa de condenar las economías a la recesión.

Por tanto, el hecho de que los agregados monetarios, especialmente el M3 que es el más amplio, ya avancen graves problemas económicos en EEUU y Europa implica que la etapa de subidas de tipos de interés impulsada por la práctica totalidad de los bancos centrales a nivel global para frenar la inflación está más cerca de su fin. Esto supone una excelente noticia para los ciudadanos, que dejarán de pagar más por sus hipotecas y créditos. Pero también para las empresas a las que les resultará más barato lograr la financiación que tanto necesitan para impulsar su crecimiento.

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