Tomás Fernández,
CFO American Express España
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Llevábamos muchos años con una inflación controlada y estable, pero ahora estamos viviendo un fenómeno inesperado para la mayoría de nosotros. Hasta ahora las políticas de control aplicadas estaban siendo efectivas y estaban basadas principalmente en la subida de tipos de interés por Bancos Centrales y la Reserva Federal. Nos enfrentamos, por tanto, a una situación nueva, provocada en sus inicios por la situación pandémica que hemos vivido y que todavía se mantiene, aunque en niveles más tolerables gracias a las vacunas y la tan comentada inmunidad de rebaño.
El origen de esta inflación es una consecuencia de la pandemia que se inició a finales del 2019.
Hablemos entonces de los orígenes de la carrea inflacionista y su relación con las características actuales del mundo en el que vivimos. El origen de esta inflación es una consecuencia de la pandemia que se inició a finales del 2019. Durante el primer año, las consecuencias económicas pudieron ser de alguna forma compensadas o mitigadas por la acción de los gobiernos, pero, en 2021, las tensiones en la cadena productiva comenzaron a ser más evidentes.
Otro punto importante fue la reducción de la producción petrolífera de la OPEP debido a una menor demanda derivada del declive de la actividad económica. Una vez que esta actividad retomó la normalidad, durante el año pasado, la oferta petrolífera no se aumentó en la misma medida, lo que empezó a generar tensiones. A mediados de 2021, se empezaron a notar subidas en las gasolineras, así como en algunos productos de consumo habitual en los supermercados.
El segundo impacto inflacionista viene derivado de la reciente guerra declarada por Rusia a Ucrania. Esta nueva situación, tan inesperada cómo innecesaria, vuelve a dar una nueva vuelta de tuerca a la economía, empeorado de forma considerable tanto el problema de la energía como el de las materias primas.
Cabe señalar algunos puntos importantes, como el hecho de que vivimos en una economía global, altamente interrelacionada. Este factor –que puede provocar grandes eficiencias y generar riqueza– tiene como consecuencia un riesgo de efecto contagio cuando hay un problema en cualquier parte del mundo. La inflación ha subido de forma exponencial desde la mitad del año pasado y se trata de un fenómeno extendido a la mayoría de países.
Las principales economías mundiales están golpeadas y superan en las últimas semanas incrementos en los precios que empiezan a acercarse a la temida cifra de los dos dígitos, algo impensable hace sólo unos meses.
Las principales economías mundiales están golpeadas y superan en las últimas semanas incrementos en los precios que empiezan a acercarse a la temida cifra de los dos dígitos, algo impensable hace sólo unos meses. Otro punto crítico es que el principal generador inflacionista es el componente energético, que funciona como un multiplicador, pues la energía es necesaria en todos los procesos productivos.
Tradicionalmente se ha hablado de la inflación subyacente, considerada como un indicador más representativo que la inflación real, al excluir bienes con mayor volatilidad, como la energía y alimentos no procesados. Lo cierto es que, aunque la inflación subyacente esté en datos claramente inferiores – un 3,4% en España a fecha de marzo 2022–, no es tranquilizante debido al efecto multiplicador, ya que cuanto más permanece el proceso inflacionista, más impactará también en la propia inflación subyacente.
Estamos viendo una inflación galopante. En el caso de España, en agosto del año pasado estábamos en el 2,2% de inflación acumulada, cuando la estimación para finales del 2022 es del 7,5%. Es decir, este problema se ha disparado y la velocidad de crucero es muy alta. Esto tiene vertientes negativas, pero también nos indica que, si se ponen las medidas adecuadas, es posible un retorno a tasas más razonables. Lo más preocupante, en la actualidad, es la Inflación de los procesos productivos. En el caso de los estados miembros de la Unión Europa, y según datos de Trading Economics, el incremento de precios mensual en el 2022 era superior al 30%, lo cual es insostenible.
Estamos ante una inflación generada, inicialmente, por el lado de la oferta, es decir, la reducción en la disponibilidad de productos energéticos y de tensiones en la cadena productiva.
Estamos ante una inflación generada, inicialmente, por el lado de la oferta, es decir, la reducción en la disponibilidad de productos energéticos y de tensiones en la cadena productiva. Las políticas sobre tipos de interés, que se concentran en reducir el nivel de actividad en la economía, no parecen tan efectivas para controlar esta situación, al menos en el corto plazo.
El fenómeno de la estanflación está ya a la vuelta de la esquina, si es que no está presente ya. Las estimaciones iniciales del Fondo Monetario Internacional de una bajada en el crecimiento global de medio punto porcentual se antojan ahora insuficientes. Lo más importante es una actuación rápida de los gobiernos sobre los precios de la energía y que estas acciones estén principalmente concentradas en el tejido productivo.
A largo plazo, también parece necesario replantearse el modelo actual de economía global, y, posiblemente, favorecer un balance más equilibrado con economías de cercanía que sean menos demandantes del sector transporte y consumo de hidrocarburos. La competencia de las materias primas se antoja también un terreno de discusión y la economía basada en un consumo abusivo debe estudiarse más detenidamente, además de establecer un sistema de premios a las empresas que favorezcan un uso eficaz y eficiente de los recursos. Es también una oportunidad para las energías alternativas, antaño un tanto arrinconadas por los menores precios de las energías fósiles. No se entiende que España, un país con tantos recursos naturales en esta área, no los aproveche más y que no se dediquen más esfuerzos y recursos a su desarrollo.
Desgraciadamente, la velocidad de estos cambios no parece alineada con la agilidad con la que los gobiernos actúan. No se entiende tampoco que con unos precios de la energía tan elevados que impactan en la salud de la economía, los impuestos representen en algunos casos más del 50% del mismo. Y esto, precisamente esto, es lo más importante. La actuación rápida y sin titubeos sobre los precios de la energía con todos los medios a nuestro alcance.
Imagen: tartila / Freepik
Tomás Fernández comenzó su carrera profesional en American Express en el 1998 como Analista Financiero en el departamento de Business Planning.
En el año 2002 pasó a desempeñar la función de Sales Planning Manager en el departamento de Commercial Cards, dando soporte al negocio en su planificación financiera y estratégica.
En el año 2007 pasó a asumir la responsabilidad de Business Intelligence a nivel europeo.
Desde 2009, Tomas ha sido el Director Financiero y Controller de American Express en España, supervisando numerosos proyectos e iniciativas transformadoras de la compañía.
Es también parte del Comité Ejecutivo de España y miembro del Consejo de Administración.
Más recientemente, ha asumido la función de CFO de las entidades legales American Express Europe SA y American Express Payments Europe SL, ubicadas en España y convertidas tras el Brexit en centro de operaciones a nivel de Europa continental.