Duarte L. Monteiro,
Director regional de Ebury para el Sur de Europa
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Gestionar el riesgo de tipo de cambio es siempre una tarea compleja para las empresas con actividad comercial en el exterior, y más, si cabe, en periodos de gran inestabilidad económica como el actual, en el que convergen diversos factores, como la crisis energética y de materias primas, agravada con la guerra en Ucrania, una escalada de la inflación que amenaza con reducir el crecimiento y la intervención de los bancos centrales en todo el mundo para endurecer la política monetaria y tratar de contener los precios.
Las empresas exportadoras e importadoras que hace un año cerrasen sus presupuestos para 2022 con una previsión del cruce euro-dólar en 1.15 se han encontrado con que, en agosto de este año, por primera vez desde 2002, la cotización cayó por debajo de la paridad, y actualmente lucha por mantenerse en ese nivel de equivalencia. De hecho, hoy se mueve en el entorno de 1,06, y las previsiones más optimistas vaticinan que podría situarse en 1,10 a finales de 2023, siempre que el BCE decida adoptar una política monetaria más restrictiva, que se aproxime o cierre el gap abierto respecto de la estrategia adoptada por la Reserva Federal de los Estados Unidos.
En cualquier caso, cerrar un presupuesto de ingresos y gastos con una desviación de más del 7% supone un descuadre importante de sus cuentas. Significa que ingresarán un 7% menos por los productos que vendan en el exterior si el cambio se hace desde el dólar, aunque es posible que la debilidad del euro incremente el volumen global de ventas, y que tendrán que pagar más por los productos que compren del exterior. Este aspecto es especialmente sensible en el caso de las materias primas o insumos que precisen las empresas en sus procesos de producción, sin que muchas veces les resulte posible, por cuestiones comerciales o de otra índole, repercutir esos incrementos en el precio final del producto.
Para abordar este tipo de escenarios, que no dependen de la propia gestión de las empresas, pero cuyas consecuencias pueden ser graves desde el punto de vista financiero, lo ideal sería que éstas pudieran mejorar sus previsiones, de manera que se ajustasen al comportamiento real del mercado. Sin embargo, en la medida en que ninguna empresa dispone de una bola de cristal que le permita anticiparse al futuro, la única alternativa a su alcance es conocer muy bien los mercados en los que opera, lo que exigiría a la empresa, y en particular a sus responsables financieros, estar al tanto de su situación macro y monetaria.
Indicadores como el PIB, la balanza por cuenta corriente, la balanza comercial, el nivel de déficit fiscal y de deuda, entre otros, proyectan una imagen determinada de un país, capaz de provocar confianza o no sobre sus expectativas futuras, y su impacto suele ser determinante para la cotización de la divisa, que deviene en un termómetro bastante significativo de la coyuntura específica.
Además, en los últimos años, sobre todo a partir de la pandemia, han sido factores extraeconómicos, pero con una decisiva incidencia en la tasa de actividad, los que han marcado la deriva de los mercados de divisas. Si antes fue la Covid y la carrera por la vacunación, ahora se ha sumado la crisis energética y de suministros, que alimentan la inflación y estimulan la acción de las autoridades monetarias para combatirla con medidas como la subida de tipos o la retirada de masa monetaria del sistema.
Tener un conocimiento de estas variables ya permitiría a cualquier responsable financiero poder anticipar la tendencia del mercado, pero es necesario además que ajusten sus decisiones a los criterios que se derivan de aplicar un método consistente de cobertura que permita mitigar el riesgo y medir muy bien el efecto de las medidas adoptadas sobre la tesorería de la empresa.
En la medida en que el objetivo a batir por cada empresa en su gestión del tipo de cambio es blindar el margen de sus operaciones, los métodos de cobertura deberían aplicarse producto por producto, dado que cada uno de ellos presenta mayor o menor elasticidad desde el punto de vista del beneficio. Una vez hecho este ejercicio, las empresas harían bien en emplear un mix de soluciones, que combine seguros de cambio con operaciones spot. Se trata de soluciones sencillas, transparentes y muy eficaces, que se oponen a otras mucho más complejas y no exentas de riesgo, como ocurre con los derivados. Optar por estas últimas equivaldría a combatir el riesgo con mayor riesgo, lo que en el mayor número de casos resulta poco recomendable para las empresas, y en especial para las pymes, cuyo objetivo principal debería ser centrarse en lo que saben hacer y tratar de poner en manos de especialistas la gestión del riesgo cambiario mediante soluciones eficaces y fáciles de entender.
Ante la actual coyuntura de incertidumbre económica y volatilidad en los mercados, lo que pueden hacer los responsables financieros de las empresas es estar preparados, lo que implica pensar en todas las variables, contar con un método consistente que nos ofrezca una pauta de acción, y planificar a corto, medio y largo plazo.
Por tanto, ante la actual coyuntura de incertidumbre económica y volatilidad en los mercados, lo que pueden hacer los responsables financieros de las empresas es estar preparados, lo que implica pensar en todas las variables, contar con un método consistente que nos ofrezca una pauta de acción, y planificar a corto, medio y largo plazo.
Por cierto, si nos atenemos a los últimos indicadores publicados: mayores reservas de gas debido a un otoño menos frío y a un menor consumo, unos PMI empresariales menos catastróficos de lo que se preveía y una mayor confianza de los consumidores e inversores, el sentimiento del mercado hacia el euro debería ser positivo. A pesar de todo, la forma más fiable de prevenir el riesgo sigue siendo disciplina y método.
Imagen: Freepik
Líbano Monteiro ha sido el responsable de liderar la consolidación y expansión de Ebury en el área geográfica del sur de Europa, en la que se incluyen Portugal, España, Italia y Grecia, así como de desarrollar estrategias y soluciones financieras específicas orientadas a pymes y midcaps con actividad exportadora/importadora.
Antes de su actividad en Ebury, Duarte fue director de Equifax, donde dirigió la oficina portuguesa y estuvo involucrado en las operaciones españolas. Cuenta con varios años de experiencia en el sector bancario a través de puestos de dirección y ventas y tiene una gran experiencia en negocios internacionales. Su experiencia incluye la banca corporativa en Barclays y el servicio a instituciones financieras internacionales en el Banco Popular Español.
Duarte estudió su licenciatura en Gestión en la Universidad Nova de Lisboa y obtuvo su MBA en la Darden School of Business de la Universidad de Virginia.